viernes, 7 de septiembre de 2012

Capítulo Veinte: ¡DESPEGUE!



Había llegado el momento de prepararse. Para las adultas, significaba regresar al espacio, a su medio ambiente natural. Para los pequeños era uno de los mayores desafíos de sus vidas. Implicaba dejar el entorno que conocían desde que nacieron y sumergirse en un medio extraño y hostil, pero a la vez bello y fascinante. Al fin y al cabo, estaban perfectamente adaptados para ello.

Pero despegar y abandonar el planeta no era tan “sencillo” como llegar a su superficie...

Para aterrizar, las criaturas tan sólo debían dejarse caer. Pero despegar representaba luchar contra la gravedad.

Los Dardos Explosivos hacían reventar sus cuerpos con una tremenda explosión, que propulsaba a sus pequeñas crías hasta la órbita, donde se aferraban a otras criaturas para viajar hasta las Redes Luminosas.

Los Puntiagudos, por su parte, usaban un ingenioso sistema de propulsión por fases para abandonar el planeta. Primero forzaban su potente campo eléctrico para impulsarse usando el agua del mar como acelerador[1], lanzándose desde grandes profundidades. Ascendían a través del aire como meteoritos y, cuando empezaban a perder impulso, encendían varios propulsores laterales que habían estado desarrollando durante Vueltas enteras. Al acabárseles el combustible, se separaban de su cuerpo, junto con la parte cónica de la cola. Entonces, súbitamente aligerados, encendían su propulsor trasero a máxima potencia y, apoyándose en el campo magnético de los dos planetas, lograban alcanzar la órbita.

Las veces en que no lo conseguían, volvían a caer al mar, regeneraban los propulsores laterales y la sección cónica y lo intentaban de nuevo en otra ocasión.

Pero ni los Navegantes ni los Caparazones eran tan ligeros como los jóvenes Puntiagudos. Con un sistema así apenas alcanzarían cinco o seis Cuerpos de altitud.
 
El suyo era un sistema mucho más elaborado y difícil de preparar. No en vano, eran las dos especies más grandes del Territorio capaces de aterrizar y despegar.

Los pequeños estaban nerviosos. Y excitados. Sus madres les habían explicado el complejo procedimiento y los preparativos necesarios.

Para que no existiese riesgo de colisión con las hembras que descendían, el Despegue se llevaba a cabo cuando la luna estaba a media órbita de distancia de la posición que usaban para aterrizar. El túnel de fuerza magnética también se formaba en esa ocasión. No era tan potente y estable como el que utilizaban para llegar a la superficie, pero la deformación del campo magnético de la luna provocada por la radiación de la estrella lo hacía más largo y más duradero.

Había aún otro factor que facilitaba el despegue en aquella posición en especial: la órbita del Mundo Vivo es algo excéntrica y su punto de máxima aproximación al planeta gigante coincide con ese momento.

Para aprovechar el momento óptimo debían prepararse durante varios Ciclos, a bastante profundidad.

*

La opresiva oscuridad y la presión de la columna de agua minaba la paciencia de los pequeños. El ataque de los cinco Desgarradores, Ciclos atrás, tampoco ayudaba mucho.

Afortunadamente, el lugar escogido estaba relativamente protegido de ellos. Millones de años de atracción gravitatoria constante habían deformado la corteza planetaria, creando una serie de arcos rocosos concéntricos sumergidos, separados entre sí por profundas simas. Era como un gran laberinto. Los monstruos abisales vivían a mucha más profundidad. En aquel dédalo de roca, canales y agua, las posibilidades de un ataque era bastante reducidas... aunque no nulas. No existían pasos bajo los anillos de piedra, ni cañones ni desfiladeros. Sólo se podía acceder por arriba, remontando las laderas. En muchos lugares, un Navegante no podía nadar por encima de las cumbres de los anillos sin embarrancar. Y tampoco podría hacerlo un Desgarrador. Eso permitía mantener una eficaz vigilancia de los pasos por si aparecía algún monstruo de aquellos.

La compleja formación geológica brindaba una buena protección a las especies que se preparaban para abandonar el pequeño mundo. Las grandes bestias abisales no lo tenían fácil para llegar a ellos y, debido a la profundidad a la que se sumergían para organizar el Despegue, ni Masticadores ni Bocasierras suponían una molestia.

Además, la desgracia de Cuidadora también era la mejor baza de la familia. Ella no podría volver al espacio, así que patrullaba los alrededores, atenta a la más mínima señal de peligro.

Destello, muy preocupada por su amiga, mantenía sus sentidos centrados en ella. Había algo raro en la joven mutilada. Algo rondaba su mente y no parecía ser nada bueno. Ella disimulaba, se mostraba tan atenta, cariñosa y solícita como siempre. Pero Destello notaba una incómoda sensación en su corazón. Una indefinida y sutil premonición de que algo no iba bien, de que su querida amiga ocultaba algo oscuro en su ser.

Pero, inmóvil como estaba, lo único que podía hacer era esperar. Una larga y tediosa espera.

El tiempo pasaba lento, aburrido y monótono. Los pequeños no se podían mover, pues la tarea requería de toda su concentración. Al principio se comunicaban mucho, se hacían bromas y la excitación provocada por la novedad los mantenía en vilo. Pero, como cachorros que eran, se cansaron pronto. El impulso de jugar se les hacía insoportable. Cada vez era más difícil convencerlos de continuar con lo que estaban haciendo y no se moviesen.

Por suerte, quedaba apenas un Ciclo para el gran momento.

Un poco más de paciencia y podrían partir por fin.

*

Había llegado el momento decisivo.

La luna oceánica recorría elegantemente su órbita y se acercaba a su perigeo[2] inexorablemente. Para cuando eso sucediese, todos ellos debían estar a la máxima altitud posible, en el punto correcto. Si todo iba bien, sus propulsores, la interacción de los campos magnéticos planetarios y el tirón gravitatorio del gigante gaseoso deberían bastar para hacerles alcanzar la órbita baja.

Destello miró su inmenso globo. ¿Cómo podría aquella gran bolsa elástica y oblonga llena de hidrógeno a presión elevarla hasta la órbita? Siendo tan delgadas sus paredes, ¿no se rajarían con el esfuerzo? ¿Tendría suficiente combustible almacenado en sus vejigas para lograr llegar al espacio? Miles de preguntas se agolpaban en su mente, pero tendría que esperar a ver el resultado de la maniobra para que fuesen contestadas.

Nunca podría haber imaginado que el resistente hilo producido por sus glándulas del hocico se podía usar para algo así. Sabía por experiencia que el hilo no servía bajo el agua. Su composición se alteraba al contacto con el líquido elemento. Era una herramienta para usar en el espacio. Y muy útil.

Pero aquello iba más allá de su comprensión.

Durante Ciclos enteros todos ellos habían estado tejiendo inmensas redes de hilos muy apretados entre sí. El agua los había ido alterando y se habían unido unos a otros por una especie de gelatina delgada, resistente y sin poros. Gruesos haces de filamentos unían las paredes del globo por dentro, dándole una forma ahusada que facilitaría su avance vertical a través del agua y del aire.
         
Mientras construían aquellos extraños artefactos, no habían dejado de bombear gas de hidrógeno en su interior, producido a partir del agua del mar. Con las glándulas de hilo de la cola se habían anclado a enormes rocas del fondo. Cuando las cortasen en el momento oportuno, saldrían disparados hacia la superficie, arrastrados por el enorme empuje ascensional de los globos y sus propios campos eléctricos.

Cada globo estaba adherido a sus hocicos por cientos de filamentos pegajosos. La maroma de la cola estaba afianzada a una roca gigante. Por tanto, la tremenda tensión ascensional se concentraba en sus cuerpos. De no haber tenido un esqueleto tan resistente y unos músculos tan poderosos, se habrían partido por la mitad.

Habían estado Ciclos enteros reforzando el aislamiento de los impulsores y aligerando su cuerpo y su blindaje todo lo posible. Así podrían cargar más combustible y mantener el encendido más tiempo. De hecho, habían reabsorbido casi todos los tejidos y músculos no imprescindibles. Sólo conservaron lo necesario para protegerse de las radiaciones, para navegar en las corrientes magnéticas y para desplegar los pétalos del lomo.

Cuando llegasen al espacio regenerarían los tejidos y la coraza, alimentándose el tiempo necesario en los anillos de hielo y roca. No suponía ningún problema.

La única pega era que, al aligerar sus organismos y menguar sus músculos y corazas de aquella manera, si se encontraban con cazadores en el espacio cercano al Mundo Vivo, tendrían pocos medios para defenderse.

Sin embargo, tras miles de Generaciones, todas las criaturas que despegaban, conscientes de su vulnerabilidad, se reunían en grandes rebaños para prestarse defensa mutua…

… y no obstante, en muchos Despegues, algunos infortunados se convertían en alimento de los crueles cazadores.

*

Preparados todos (Alerta)—avisó Luchadora. Como era la hembra de más edad, la responsabilidad del Despegue había recaído en ella.
Listosrespondieron los demás, nerviosos.
Cuidaos mucho ahí arriba, amigos míos (Nostalgia)—transmitió Cuidadora con pesar. Debido a su mutilaciones, nunca podría seguirles—. Ni se os ocurra olvidarme. Espero veros a todas vosotras en la próxima Cría. (Tristeza, Esperanza, Confianza)
Nunca te olvidaremos, Cuidadora. Nunca. Volveremos a vernos, te lo prometemos (Tristeza, Melancolía)—respondieron todos.
Te prometo que verás nacer a mi primer hijo (Complicidad, Cariño)—Aseguró DestelloCuídate mucho y sé feliz. Haz lo imposible por sobrevivir, porque yo te prometo por mi vida que volveré (Absoluta Determinación).
¡Y NOSOTROS TAMBIÉN! ¡ADIÓS!transmitieron todos, haciendo destellar sus órganos luminosos.
¡Es el momento! ¡Cortad! (Premura, Alerta)—La señal de Luchadora fue como un mazazo en sus corazones. La despedida era definitiva.

Los músculos de sus colas movieron las mandíbulas metálicas de la parte trasera de la glándula de hilo. Con un chasquido, seccionaron las gruesas maromas y todos ellos se vieron impulsados hacia la superficie a una velocidad estremecedora.

*

Cuidadora se quedó allí, sola en la oscuridad. En apenas un instante toda su amada familia había desaparecido. Aún podía seguir sus rastros electromagnéticos, pero se desvanecerían enseguida.

Una gran tristeza y una gran alegría se mezclaban en su corazón a partes iguales. Alegría por sus amigos, por la nueva aventura que empezaban. Tristeza porque, sin ellos, ya no le quedaban motivos para vivir.

No podía volver al espacio.

Los machos no aterrizaban, excepto ocasionalmente los más viejos, para morir en el mundo que los vio nacer.

Nunca más podría criar. Nunca más podría ser madre.

Estaba sola, varada en la luna oceánica para siempre.

¿Ayudar a otras hembras? Quizá… Pero el vínculo establecido con aquel heterogéneo grupo era inigualable. Incluso la forma de comunicación que habían aprendido era exclusiva de su familia adoptiva. ¿Qué podía hacer una joven Navegante mutilada por otra hembra o su cría, si ni tan siquiera había podido proteger a la suya propia?

No, nada sería igual sin ellos. Ni tan siquiera parecido.

En aquel momento supo que no podría cumplir la promesa que acababa de hacer a su querida Destello, a la que consideraba una hermana.

Una Generación era demasiado tiempo consumida en su soledad.

Supo que la Oscuridad se la llevaría mucho antes.

Lo siento, Destello, Río, Luchadora, Coral… todos. Lo siento… Pero no creo que siga aquí cuando volváis. Perdonadme (Aflicción, Tristeza, Pérdida).

Lentamente, con gran pesar, la joven Navegante subió a la superficie. Cuando llegó, relajó su cuerpo y se dejó llevar por la corriente, sin rumbo fijo. Su aguda visión pudo observar cientos de globos ascendiendo en el aire cristalino, directos hacia la opaca nube de ceniza. Allí arriba, tras la nube, resplandecía el ahora invisible planeta gigante y a sus hermosas bandas nubosas multicolores.

Había muchos Navegantes y Caparazones. También pudo ver algunos Puntiagudos.

Allí, en algún punto entre todos aquellos globos de gas, estaban sus amigos, ascendiendo en dirección al medio ambiente más extremo, bello y fascinante conocido. Los globos se introdujeron rápidamente en la inmensa nube de ceniza que cubría el planeta y ya no los vio más.

La supererupción y sus catastróficas consecuencias habían precipitado la partida de muchas madres y sus crías. Muchos de los cachorros aún eran demasiado jóvenes para el Despegue. Si los Ensartadores y demás cazadores espaciales estaban allí arriba esperando, se iba a producir una horrorosa carnicería.

Pensar en los carnívoros espaciales hizo que un escalofrío de aprensión recorriese su cuerpo. El horror que había conocido en aquel pequeño planeta con los predadores era insoportable. Primero, la pérdida de su hijo. Luego el permanente acoso de los cada vez más osados y peligrosos carnívoros.

Y, después, el terrorífico ataque de los Desgarradores.

Era más de lo que podía soportar. Sin su familia, sin la protección que se habían brindado entre ellos, sola, sin más defensa que su fuerza muscular…

No tenía armas como Destello o Bandas. Un ataque de una jauría de Bocasierras y podría resultar herida, e incluso morir. Y, si el atacante era un Desgarrador o una Pegajosa no tendría la menor oportunidad.

A lo lejos, en un pequeño islote, pudo ver un gran destello de luz. Una nube de humo y fuego en forma de hongo se elevó en el aire. Enseguida le llegó el sonido inconfundible de una detonación. Una Dardo Explosivo acababa de mandar a sus hijos al Universo, a costa de su propia vida.

Otra muerte más.

Resignada, supo que pronto ese sería su funesto destino.

“Que tengáis suerte. Mis mejores deseos para vosotros” (Cariño).

 Cuidadora se abandonó y se alejó mansamente, mecida por las suaves olas y el leve viento.

*

Era increíble.

Habían atravesado los dos Grupos de Cuerpos de profundidad a una velocidad extraordinaria, ayudados por sus campos eléctricos. La forma oblonga de sus globos se movía a través del agua con una celeridad pasmosa. El gas, al ir disminuyendo la presión del mar a su alrededor, había ido ganando volumen y aceleraban cada vez más.

Rompieron la superficie del agua como cometas enfurecidos.

Repentinamente liberados de la resistencia del agua, los globos ascendieron aún más rápido. En apenas unos latidos adquirieron una altitud considerable, sumergiéndose en la densa nube de ceniza. La atravesaron como una exhalación y se encontraron, de pronto, elevándose en el aire cristalino y puro. El planeta gigante brillaba invitador ante ellos, engañosamente cercano. Había un pequeño círculo negro desplazándose sobre las hermosas bandas multicolores de nubes, contrastando vivamente con ellas. Se fijó en el extraño círculo, curiosa. De pronto lo entendió. Era la sombra de aquella luna que estaban abandonando, que se proyectaba nítida sobre el enorme planeta gaseoso.

Destello, satisfecha por su capacidad deductiva, se olvidó de la sombra de la luna y miró a su alrededor. Se asombró. Como todos los demás cachorros. Era un espectáculo que veían por primera vez.

Cientos de globos ascendían a través de la atmósfera, cada uno con su Navegante, Caparazón o cualquier otra especie adherido fuertemente a él. La excitación del Despegue, atravesar la gruesa nube de ceniza y la sombra de la luna sobre el planeta habían centrado toda su atención hasta aquel momento, impidiéndole disfrutar del espectáculo de todos aquellos animales elevándose hacia el espacio.

Un rapidísimo objeto negro, largo y acabado en punta, pasó a dos Cuerpos a su izquierda.

Un Puntiagudo.

Destello pudo admirar la forma de su cuerpo, extraordinariamente aerodinámica. El animal ascendió a gran velocidad, con sus seis propulsores laterales rugiendo en el aire enrarecido. Se elevó tan rápido que en apenas unos latidos se había convertido en un punto negro en la lejanía.

Gracias a su agudísima visión pudo observar que los propulsores se apagaron de repente. Sin duda, se habían quedado sin combustible. Entonces, se separaron rápidamente del cuerpo del animal, junto con todo el cono de cola. El Puntiagudo encendió entonces su impulsor y se adentró en el espacio pocos momentos después.

No pudo por menos que admirar la increíble capacidad de aquellos seres. Una sana envidia la invadió.

“Ojalá yo pudiese hacer algo tan impresionante. (Admiración). ¡Suerte amigo!“ (Esperanza)

Se concentró en su propia situación.

Estaban a mucha altitud. Se podía ver claramente cómo el azul del cielo casi se había desvanecido. También empezaba a ser perfectamente apreciable en el horizonte la curvatura del satélite.

La temperatura había bajado drásticamente y la presión atmosférica había descendido a menos de la centésima parte. Los globos estaban llegando a la máxima altitud posible. Faltaba muy poco para encender los propulsores.

Se cruzó con los impulsores auxiliares y el cono de cola del Puntiagudo. Pasaron a casi tres Cuerpos de ella, perdiéndose rápidamente en dirección al mar. Confió en que no golpeasen el globo de ninguna otra criatura... o a la criatura en sí.

Su corazón se encogió al pensar qué pasaría si su globo se rajaba. O si no tenía combustible suficiente para alcanzar la órbita.

“¿Sería capaz de aterrizar sin estrellarme…?” (Aprensión).

Entonces recordó sus dos impulsores magnéticos laterales. Los demás no los tenían. Aquello la tranquilizó. Se habían mostrado muy útiles en el mar. Seguro que en el espacio se comportarían de maravilla.

Preparados para encender propulsores… transmitió Luchadora.

Todos se pusieron tensos. Destello se fijó en los Caparazones. Los cachorros eran aún jóvenes para intentar el Despegue. Así que sus madres los remolcarían con hebras de hilo, sumando su potencia a la de ellos. Ella no lo acababa de tener muy claro. Los pequeños se quedarían sin combustible mucho antes que sus madres. El peso añadido quizá sería demasiado para ellas.

¡Ahora! (Urgencia).

Encendió sus propulsores a plena potencia. Cientos de animales hicieron lo mismo casi al mismo tiempo.

Ella había pensado en un principio que, al poner en marcha los propulsores, se abalanzaría contra el inmenso globo. Pero se sorprendió al ver que no fue así. Al impulsarse, la enorme bolsa se vio súbitamente aligerada de su peso, por lo que volvió a ascender a gran velocidad.

Los músculos que comprimían sus vejigas estaban tan tensos que parecían sólidos. Era necesario mantener una gran presión de salida de combustible, pues siempre existía el riesgo de que la llama del impulsor se expandiese por los conductos y detonase dentro del cuerpo. Por supuesto, aquello representaba una muerte instantánea.

Sabía perfectamente que un encendido largo comprometía las placas del recubrimiento interno de los propulsores, pues podían llegar a dañarse. Y el dolor de una lesión así era prácticamente insoportable. Por ello habían pasado Ciclos reforzándolas especialmente para aquella ocasión.

Ascendían a gran velocidad. Cada vez se sentía más ligera. La enorme gravedad del planeta gigante estiraba de ellos con una intensidad creciente.

También pudo comprobar que los campos magnéticos de los dos planetas estaban empezando a interferir. La energía del ambiente crecía paulatinamente. Pronto se formaría el túnel de fuerza y podrían usarlo para alcanzar la órbita.

Pero había que llegar al punto correcto en el momento oportuno.

Los cientos de globos empezaron a converger. Todas las criaturas se preparaban para el esfuerzo final. Todos daban claras muestras de cansancio. Mantener un encendido tanto tiempo a tanta potencia y escalar el campo magnético habían consumido casi toda la energía de aquellas criaturas, con sus organismos mermados por el proceso de aligeramiento. No aguantarían mucho más. Si el túnel no aparecía enseguida…

De pronto, pudo magtinar una enorme turbulencia en las líneas magnéticas. Empezaron a enroscarse sobre sí mismas, hasta que formaron un vórtice giratorio. Entonces, con un intenso destello magnético de vivos colores, el túnel apareció ante ellos, curvándose en la misma dirección de traslación de la luna.

Justo a tiempo. Le quedaba combustible para apenas unos cuantos latidos más… sin contar con el gas contenido dentro del globo, claro.

Los cientos de animales empezaron a navegar elegantemente en el seno del vórtice de fuerza. Todos habían apagado sus propulsores, reservando el poco combustible que les quedaba por si se necesitaba.

Apoyándose en el remolino magnético, y atraídos por la intensa gravedad del planeta, alcanzaron la órbita baja del Mundo Vivo.

Lo habían conseguido.

Todos.

El infinito Espacio se abría ante ellos, invitador y fascinante.

Destello, extasiada, aguzó todos sus sentidos para percibir el inmenso entorno que la rodeaba. Allí, contenido en una burbuja de paredes nebulosas anaranjadas, había todo un sistema estelar.

Pudo percibir las colosales y poderosísimas corrientes magnéticas que emanaban de la diminuta estrella central. Pudo sentir los planetas que la orbitaban, la gran cantidad de lunas del gigante, sus anillos…

Se maravilló con el espectáculo que podía magtinar, tanto en el entorno del gran planeta como en el resto del sistema.

Su corazón se aceleró de tal manera por la emoción, que creyó que le estallaría. Observó a sus jóvenes amigos, Amanecer, Bandas, Bebé… todos estaban igual de absortos en el espectáculo que se desarrollaba ante ellos. En los ojos de las adultas pudo observar la emoción, el orgullo y la expectación que sentían por sus hijos.


Sintió cómo su organismo, instintivamente, equilibraba rápidamente la temperatura interna. El lado iluminado de su cuerpo se había calentado mucho, mientras que un frío glacial congelaba la parte oscura. Su sistema circulatorio de control térmico, relleno de nitrógeno líquido, llevaba calor de la parte iluminada a la parte oscura y viceversa.

Se sintió pletórica, poderosa. En el planeta había vivido placenteramente (descontando los recientes acontecimientos, claro). Pero en aquel momento sintió que acababa de penetrar en su elemento. Estaba en casa. Aquel era su ambiente.

Aquel era el lugar al que pertenecía, para el que estaba realmente adaptada.

Una imparable emoción taladró su mente, mezcla de curiosidad, expectación e impaciencia.

El Espacio. Su auténtico hogar.

Luchadora les conminó a ponerse en movimiento. Aún no habían acabado la maniobra de Despegue. Les faltaba acelerar usando los campos magnéticos para estabilizar la órbita.

Luego, podrían descansar y recuperarse del tremendo esfuerzo y el estrés sufrido.




[1] Esto se conoce como impulsión Magnetohidrodinámica. Los ingenieros llevan décadas estudiándola e intentando desarrollarla, pues permitiría el diseño de embarcaciones muy veloces y eficientes. Se produce cuando se induce un campo eléctrico en el agua salada. Cuando esto sucede, el agua empieza a moverse, tanto más rápido cuanto mayor sea el campo. (N. del A.)

[2] Perigeo: punto de máxima aproximación de un objeto astronómico (cometa, asteroide, satélite…) a un planeta. El punto contrario es el Apogeo. Si la referencia es una estrella, estos dos puntos se denominan Perihelio y Afelio respectivamente. (N. del A.)
 
 
 

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