viernes, 17 de febrero de 2012

PRÓLOGO, LA JUGADA DEL GRAN ANCIANO.


—Ya hemos acabado. Todo está dispuesto, Gran Anciano.

—Bien. ¿Ellos también están listos?

—Sí, están listos y a la espera.

—Entonces, el momento ha llegado. Preparados para abrir el túnel de fuerza. Activad los generadores.

—Gran Anciano, disculpad…—dice ella con expresión contrita.

—¿Sí, Evanha?

—Este proyecto, todo este esfuerzo... ¿realmente no hay otra salida? Tantos milenios de progreso, nuestra tecnología, nuestra sabiduría... ¿No queda ningún otro recurso que esperar nuestro fin pasivamente?

El Gran Anciano sonríe con dulzura, mirando los hermosos ojos violetas de la joven. Luego pasea su mirada por el resto de los congregados en la inmensa sala. Todos son jóvenes, al menos comparados con él. Son los últimos nacidos. Su ciencia ya no da para más. Tampoco vivirán mucho tiempo, de todas formas. Aunque él no lo verá. Su destino le espera al final del largo y amargo camino que ha recorrido hasta llegar aquí. Pero el fin del camino tan sólo es el comienzo del sacrificio.

Sólo perdurarán cuatro elegidos en la Cámara de la Eternidad, el número máximo que su tecnología puede preservar de forma indefinida. Una cantidad mayor de individuos supondría más energía y recursos y, por tanto, menos tiempo disponible. El Reactor Inmortal no se agotará jamás, pero su salida de potencia no es lo suficientemente abundante como para alimentar más que un puñado de cápsulas y su campo de estasis eterna. Aunque su ciencia es más que capaz de generar cantidades casi infinitas de energía, los sistemas necesarios para ello precisan de un mantenimiento y un control periódico. Abandonados a su suerte, sólo aguantarían unos milenios. Incluso sería posible que alguno de los dispositivos pudiese llegar a funcionar durante uno o dos millones de años; pero al final, todos acabarían fallando. Y, por tanto, los ocupantes de la Cámara perecerían. El único dispositivo completamente autónomo, libre de averías y capaz de generar energía de manera eterna es el Reactor Inmortal. El problema radica en que sólo se ha logrado construir uno en toda la Historia, pues el elemento que lo hace funcionar es tan exótico y raro que únicamente se ha encontrado una vez en toda la Galaxia. O eso es lo que él ha hecho creer a todos...

—No, Evanha, no queda ninguna otra opción—contesta tras una pausa—. Nuestro ADN se ha degradado tanto que es irreparable. Nuestra especie lleva millones de años existiendo. Pero somos los únicos. No hemos encontrado ninguna otra civilización en esta galaxia ni en las vecinas. Por eso hemos llevado a cabo este plan. No dudes que otros vendrán, algún día muy lejano, y, si son dignos, encontrarán este mundo y heredarán todo lo que nosotros hemos recopilado a lo largo del tiempo.

“Desaparecemos... y no podemos evitarlo. Hemos llegado al límite. Sabes que hace más de veinte mil años que perdimos la capacidad de reproducirnos sexualmente, y unos mil que la clonación controlada no funciona. Tampoco hemos encontrado ningún material genético en ningún mundo que se pueda fusionar con el nuestro, por lo que nos hemos quedado sin diversidad. Ya somos muy pocos. Estamos extinguidos, hija mía. Sólo podemos dejar algo para las civilizaciones por venir. La extinción total de nuestra especie no se consumará si conseguimos ser recordados.

“Te voy a explicar un secreto. Sólo lo sabemos unos pocos, y tú no debes revelarlo. ¿Puedo confiar en ti?

—Incondicionalmente. Sabéis que sí.

—Bien. Sabes perfectamente que no podemos incorporar cadenas genéticas forasteras en nuestro ADN.

—Sí.

—Pero lo que no sabes es que sí podemos incorporar cadenas genéticas nuestras en ADN forastero.

—¿Cómo decís?—pregunta la joven, visiblemente sorprendida.

—Digo que han sido enviadas semillas genéticas por toda la Galaxia. No vamos a desaparecer por completo. Los Primigenios colonizarán el cosmos, evolucionando, desarrollando sus capacidades latentes y perfeccionándose con el paso de los eones. Sus descendientes, que serán los nuestros, volverán algún día al planeta que los vio nacer. Su instinto los traerá a éste pequeño mundo perdido en el océano cósmico. Y, si todo sale según lo previsto, los que lo merezcan serán los depositarios del Legado.

—Creo que empiezo a entenderlo. Esto es mucho más que un simple recordatorio de nuestra historia y nuestra ciencia. Es un plan a una escala inmensa en el espacio y en el tiempo. Queréis aseguraros que los posibles herederos sean dignos de todo este saber. Perdonad mi estrechez de miras. —Baja la mirada, avergonzada.

El anciano sonríe condescendiente, mientras toma la suave barbilla de la joven en su mano ajada y le hace levantar la cabeza con delicadeza. La mirada de la chica expresa confusión. Es la ventaja de haber vivido tanto. Siempre se puede perdonar la falta de visión global de los jóvenes. No han disfrutado de la vida lo suficiente como para adquirir la necesaria perspectiva.

—No te culpes, hija mía. No podías saberlo. Claro que, como en todo plan, puede haber fallos y situaciones imprevistas. Hemos cubierto todas las eventualidades que se nos han ocurrido hasta donde hemos podido. Pero cabe la posibilidad de que los que consigan llegar aquí no sean merecedores de todo esto. En ése caso, muchos sufrirán. Nuestra obligación es evitar que el Legado se pierda, pero también garantizar que se use correctamente. —El Gran Anciano guarda silencio unos instantes. La joven no ve la sombra que cruza su semblante. Luego, mirando a Evanha a los ojos, prosigue:

—Hay una última cosa que quiero que hagas...

—Decidme. —Se yergue con aplomo, orgullosa y confiada.

—Es mi deseo evitar en la medida de lo posible que tu existencia se extinga. Ocuparás mi lugar en la Cámara de la Eternidad.

—¡Ése puesto es para vos!—Su orgullosa postura desaparece. Sus hombros se hunden y en su bello rostro aparece una expresión de puro pánico.

—No hay discusión. La decisión está tomada. A mí no me hace falta más tiempo. He vivido el suficiente como para presenciar el apogeo y el declive de la primera gran civilización que ha existido en las Tres Galaxias. No deseo otra cosa que vivir mi propio fin y resolver de una vez por todas la Pregunta Final.

—¡Pero mi señor, yo no soy digna de...!

—¡No discutas! Mi decisión es irrevocable—sentencia el Gran Anciano. La autoridad que tiñe su voz no deja margen a la réplica. No se admite discusión alguna. Él hace un hercúleo esfuerzo por evitar que su voz tiemble.

—Sí, mi señor—dice la joven al fin, tras unos instantes de duda, con apenas un hilo de voz.

—Estoy muy cansado ya. Acabemos de una vez. ¡Activación!

Gira la cabeza para que Evanha no se percate de la turbación y la culpa que hay en su mirada. Lamenta profundamente engañarla de esa manera. A ella y a todos los demás. Pero no tiene más opción. Hay demasiado en juego.

Los escasos ocupantes de la inmensa sala caminan hacia sus puestos de control, entre los grandes cristales de energía. Los etéreos tableros de luz sólida flotan lánguidamente a escasa distancia del suelo. Cada individuo se introduce en uno de los semicírculos luminosos y, como si fuera una lenta y elegante danza, pasan sus manos por los controles, que pulsan y cambian de color. Todo está listo. Salen a la terraza de la elevada torre y observan, con tristeza y esperanza a la vez, los seis gigantescos generadores que alimentan el enorme aparato formado por cinco inmensos anillos alineados. Éstos giran envueltos en una luz azulada que parece líquida. Algo más allá se levanta el vasto edificio en el que aguardan almacenados decenas de millares de cápsulas, sondas y otros exóticos artilugios.

Los poderosos generadores emiten un grave y profundo retumbo que asciende paulatinamente de intensidad. Inundan de energía el gran aparato. El resplandor azulado aumenta y, con un intenso destello, un túnel de extraordinaria potencia se proyecta al espacio. Las compuertas gigantes del gran edificio se abren y las decenas de miles de objetos que contiene van saliendo de él ordenadamente, en varias filas, transportados por una extensa lámina de luz sólida. Ésta los lleva hasta la base del aparato, donde una fuerza invisible los eleva y los coloca dentro del cilindro de energía pulsante. Inmediatamente después, son disparados al espacio a una velocidad estremecedora, directos hacia la inmensidad.

—Ahora, ve—le dice simplemente a la joven. Evanha asiente con humildad. Bajando la mirada y arrastrando levemente los pies, se encamina hacia el ascensor central de la torre, que habrá de llevarla a la cámara acorazada que guarda las cuatro Cápsulas de la Eternidad.

Dos horas más tarde el vasto almacén queda vacío por fin. El gran aparato de anillos se desactiva y el túnel de luz líquida se desvanece.

“Es la hora de la despedida”, piensa el Gran Anciano. A una señal suya, todas las luces de la ciudad, los campos de fuerza, los generadores, las defensas... todo cobra vida al unísono. Se produce un destello luminoso tan intenso que la ciudad brilla por unos instantes más que el resto del planeta. Es el saludo de los escasos representantes de una civilización prácticamente extinguida a la aventura que inician las Simientes. Los Centinelas ya hace años que fueron distribuidos.

Luego, los generadores se apagan. La oscuridad y el silencio invaden la ciudad y todo regresa a la calma. El Gran Anciano mira hacia el cielo nocturno, iluminado por el resplandor multicolor de dos de las lejanas Galaxias Torbellino y su nutrida cohorte de galaxias menores. Un extenso arco de tonos claros cruza de norte a sur el firmamento. El planeta gaseoso gigante forma un semicírculo oscuro en el horizonte, perfilado por la nebulosa luminosidad de la tercera Gran Galaxia Torbellino. El numeroso séquito de satélites, entre los que se cuenta este mundo tropical y exuberante, salpica con su brillo la quietud del cosmos. Cada luna muestra una fase distinta, según la posición en que se encuentra mientras describe su elegante órbita.

Siempre le ha fascinado la naturaleza del sistema estelar que ahora acoge los últimos vestigios de su civilización. No sólo por ser el lugar perfecto para su plan, sino por su peculiaridad: una estrella blanco-amarilla, orbitada por seis planetas y multitud de satélites, sola en el espacio intergaláctico, a más de cien mil años luz del sistema más próximo. Se halla atrapada en el punto de equilibrio gravitatorio de tres grandes galaxias espirales, en el baricentro del triángulo que forman entre sí. No escapó de ninguno de aquellos vastos torbellinos de estrellas, ni fue arrancada de su lugar de origen por ninguna colisión. La nebulosa de la que proviene quedó allí atrapada hace miles de millones de años, durante la formación del Universo. Y allí, en la más absoluta soledad, un día colapsó sobre sí misma hasta formar aquel extraordinario y perdido sistema planetario.

Apoya los codos en la barandilla y su mirada se pierde en el infinito, sin ver nada, en realidad. Es el momento de su cita ineludible con el Destino. Desde que descubrió la terrible Verdad, diez mil años atrás, la responsabilidad que arrastraba amenaza con ahogarlo. Ha acumulado tanto miedo en ese tiempo que le cuesta ser sincero incluso consigo mismo. Pero no hay marcha atrás. Si fracasa, la benevolente Madre Vida sufrirá las consecuencias. Lamenta profundamente los engaños, las manipulaciones y demás actos reprobables que ha tenido que llevar a cabo para llegar hasta ese momento. Su conciencia soporta un peso aplastante por todo ello. Es el único ser que conoce la verdad y la magnitud de la desgracia que puede avecinarse en un futuro lejano. Y así debe ser. Los Enemigos son astutos, pacientes y codiciosos. Además, el sacrificio que debe realizar para que todo funcione hace imposible que delegue su responsabilidad en algún otro. No podrá unirse nunca con la Esencia porque él es una de las piezas clave del vasto y complejo montaje. Sólo hay una manera de evitar que los Enemigos accedan a sus recuerdos y descubran la existencia del Legado, cuya verdadera naturaleza sólo conoce él.

Piensa con tristeza en todos sus semejantes, engañados reiteradamente por aquel en quien han depositado su plena confianza. La decadencia de su civilización era inevitable, pero él la ha acelerado enormemente. No podía correr el riesgo de que alguien más descubriese el terrible secreto y comprometiese el delicado plan. Así que, para mantener oculto aquello que debía permanecer oculto, convenció a todos sus semejantes de que era primordial reunir todo su saber y preservarlo para las civilizaciones por venir. Humo. Todo es humo, tan solo. Un tupido velo corrido sobre la Verdad.

Y una perfecta táctica para mantener la atención desviada mientras él acababa metódicamente con su propia civilización.

Aunque reunir el Legado tampoco ha sido un trabajo inútil. Ciertamente, el saber acumulado durante toda su Historia es un auténtico tesoro... o una perversa maldición. Dependerá de quién lo encuentre. Pero, como el acceso a la información está directamente vinculado al plan oculto que él ha diseñado con tanto esmero, es muy poco probable que pueda ser aprovechada por alguien indigno de ella. No puede evitar pensar en lo irónico de la situación. Su tapadera es, en sí misma, un tesoro inigualable. De todos modos, es un milagro que haya logrado mantener el secreto durante todo ese tiempo sin levantar la menor sospecha. Aún ahora, a tan sólo un paso del último acto de esta inmensa obra teatral, le cuesta creer que haya conseguido llegar hasta aquí, que su plan se haya cumplido tan milimétricamente como lo diseñó.

La verdadera naturaleza del Legado se revelará en un lejanísimo futuro, cuando el plan maestro alcance su clímax. Los Enemigos sólo serán vulnerables una única vez: justo antes de alcanzar su mayor poder. Para entonces su plan deberá estar completado, o no habrá esperanza. Miles de cosas pueden salir mal, pero no hay otro modo de hacerlo.

Que todo esté preparado en el momento oportuno requerirá eones. Durante ese tiempo, los Nodos se perfeccionarán, se adaptarán y se expandirán por todo el Universo Aislado, diseminando sutilmente su mensaje a toda la Vida.

Sonríe. “Ya que hay que hacerlo, ¿qué importa una pequeña trampa más?” En sus manos tuvo la excusa perfecta para cumplir su viejo sueño de juventud, cuando la Verdad seguía oculta y él disfrutaba ingenuamente de la extensa vida que caracteriza a los de su especie. Había encontrado a miles de ellos en sus viajes, pero eran tan primitivos y su evolución tan lenta, que el Universo sería ya viejo para cuando empezasen a resultar interesantes. Así que, simplemente, se había permitido darles un cariñoso empujón. No es que pretenda arrogarse la potestad de un dios, pero, en ocasiones, a la Madre le viene bien una ayudita. Además, serán perfectos para expandir el propósito oculto y para conectar la enorme Red de la Vida en el momento oportuno.

Quien sabe”, piensa con melancolía. "A lo mejor aparecen entre ellos varios Nodos. Incluso es posible que alguno se convierta en un Nexo”. Es consciente de que nunca verá hasta dónde son capaces de llegar. Y le habría gustado tanto... Una furtiva lágrima resbala por su mejilla.

Se incorpora lentamente. La pesada carga que gravita sobre sus hombros desde hace diez mil años se ha vuelto insoportable. Cierra los ojos y aspira el aire fresco con sabor a mar. A sus oídos llega el suave y apagado rumor de las olas rompiendo en la playa, un kilómetro más abajo. Todo está en calma, como si el drama de su civilización fuese tan solo producto de la imaginación, un sueño del que podría despertar en cualquier momento. Alza los ojos al cielo y centra su pensamiento. Su mente localiza los miles de artilugios que surcan el espacio a tremendas velocidades, buscando sus objetivos preprogramados. Un buen número de ellos ha partido sin un rumbo predeterminado, para introducir el necesario factor de azar en la ecuación. Y unos cuantos, apenas un puñado, se ha repartido en todas direcciones para cumplir su viejo sueño. Es en ellos en los que su mente se concentra. Todos estaban supeditados a su gran Plan. Sonríe tristemente y lanza un mensaje mental al infinito.

“Buena suerte. Y buen viaje. Vuestra vida empieza donde la nuestra se extingue. Sois los mensajeros. Y el mensaje debe sobrevivir a toda costa. Alguien lo recibirá un día lejano y confío que será digno de ello. Si algo falla, habrá terribles consecuencias. De vosotros depende todo. Sois los guías y los viajeros. Sois nuestro auténtico LEGADO.”

“Y el mío...”

Luego se da la vuelta y entra en el edificio, caminando pausadamente. Sólo queda una cosa por hacer.

“Espero que, algún día, alguien pueda perdonar todo el mal que he hecho, y el que estoy a punto de hacer. Sé que es el único modo de crear una mínima esperanza. Lo he sacrificado todo por ese único motivo. Pero, aún así, me siento infinitamente culpable. Ni tan siquiera la cercanía de la última y severa renuncia que debo realizar aligera mi corazón.”

Suspira. “Es la hora.” Un brillo de determinación aparece en sus ojos. Alza la barbilla, irguiendo con orgullo la espalda, encorvada por los años y por la culpa.

Respira hondo y se encamina a su habitación. Una vez allí, pulsa una serie de controles ocultos en una secuencia determinada. Una parte del suelo se licua y se eleva desde él un pequeño portal de teletransporte. Hay una carga de implosión cuántica adosada al complejo aparato. Lo toca. El sistema analiza su ADN y comprueba que pertenece al único ser autorizado a usarlo. El portal se ilumina y el Gran Anciano lo cruza sin titubear.

Llega a una amplia cámara subterránea, de forma hemisférica. La cálida luz que la baña parece provenir de todas partes. En el centro, flotando ingrávido, se halla el Reactor Inmortal. Un rayo de luz azulada sale de su parte superior y se pierde a través del techo de la sala, por un estrecho conducto construido con cristal replicante. Dos pequeños generadores alimentan el Reactor, manteniendo la ilusión de que ya esta activado. Otra mentira. El aparato operará para siempre, pero aún no está realmente en marcha. En contra de lo que todos piensan, los dos exóticos elementos que permiten su funcionamiento todavía no han sido instalados. Durante su larga búsqueda de una forma de contención perfecta, se tropezó por casualidad con el medio para preservar indefinidamente una pequeña parte del antiguo esplendor de su civilización. Así nació aquel prodigioso dispositivo. Y así empezó su enorme responsabilidad.

Da una orden verbal. Las cargas adosadas al portal de su habitación y al de la gran sala detonan simultáneamente. Los aparatos desaparecen en una fracción de segundo, engullidos por un vacío absoluto. La implosión se limita a una esfera de tres metros de diámetro alrededor de los portales. No queda nada. Ya no hay otra forma de entrar ni de salir de la sala subterránea que no sea la que él ha programado con tanto cuidado.

Al mismo tiempo que se producen las implosiones, una serie de dispositivos ocultos por todo el planeta envían una potente onda de energía invisible. Exceptuando a los cuatro Elegidos alojados a salvo en las Cámaras de la Eternidad, los pocos cientos de miles de habitantes que quedan se desvanecen instantáneamente. Sin dolor. Sin llegar a saber jamás qué ha pasado y porqué. El alma del anciano se estremece de horror por la magnitud de la acción que acaba de cometer. Uun nauseabundo puño de tristeza y culpa atenaza su corazón. Pero no queda más salida que seguir hasta el final, por duro que sea.

Por enésima vez en esos días, siente la presencia de una conciencia aleteando a su alrededor. La primera vez se puso en alerta, ante el riesgo de que alguien estuviese espiando sus planes. Pero la mente de su raza está extraordinariamente evolucionada. Sin que la otra conciencia se percatase de ello, la estuvo sondeando. Y su sorpresa fue mayúscula cuando descubrió su auténtica naturaleza. Desde entonces ha dejado que observe y aprenda sin restricciones. Posiblemente sea útil en el momento más insospechado.

En ese momento crucial entra en contacto directo por primera vez con la mente que flota a su alrededor. Sólo un instante. No ha podido resistirse a ello, por más que ha tratado de evitarlo. Tan sólo tiene un mensaje, tan breve como importante. Una última despedida y un reconocimiento al valor y la tenacidad de esa sorprendente conciencia:

“Recuerda.”

Se desnuda y camina lentamente hacia el Reactor Inmortal. Sube a una delgada plataforma que hay justo bajo la insólita máquina ovoide, rodeada de cristales vivientes. Su centro, una esfera líquida de luz violeta, pulsa suavemente. Alza la mirada. La bola de energía es realmente hermosa. Pasa su mano suavemente por delante de una delgada y delicada peana que hay a su izquierda. La parte superior se abre y surge una extraña esfera de pocos centímetros de diámetro, flotando lánguidamente. Parece un material cristalino en estado líquido que emite una suave y cálida luz azulada. La extraña materia fluctúa, como si cambiase de tamaño y forma pero, al mismo tiempo, su tamaño y forma no variasen en absoluto. Da la impresión de que viola todas las reglas de presencia física, como si existiese en varias dimensiones simultáneamente, pero, aún así, se mantuviese al margen de todas ellas. El Gran Anciano mira la esfera con veneración. Sólo él sabe qué está viendo. Es un pequeño grumo de la materia más extraordinaria y escasa del Universo. De todos el Mar de Universos, de hecho.

Alarga la mano y rodea con ella el insólito “cristal”. La luminosidad azul atraviesa su carne como si de un fantasma se tratase. Él siente una cálida y benévola sensación en la palma de su mano, aunque las terminaciones nerviosas de su piel no notan nada. Como si en el interior de su puño, en lugar de un objeto tan sólo hubiese un jirón de luz. Suavemente mueve la mano y la acerca al centro de su pecho. Mientras su brazo realiza el gesto, esa materia extraña atraviesa parcialmente su mano y sus dedos, como si la carne y los huesos no estuviesen allí. Parece que trate de escapar de aquello que la tiene cogida, aunque no acabe de decidirse a hacerlo. Cuando la mano del Gran Anciano llega hasta su pecho, la esfera luminosa se desliza sin esfuerzo a través de su esternón, hasta llegar a su corazón. Y allí se queda, flotando en el centro de su cuerpo como si lo hiciese en el centro de una nube de vapor. La maravillosa calidez que se expande por su cuerpo inunda su mente de esperanza.

Sonríe, al principio con tristeza, pero después con evidente aceptación. La plataforma asciende y su cuerpo se sumerge en la gran esfera de energía líquida del centro del Reactor Inmortal. Los cristales vivientes se cierran sobre ella, creciendo y expandiéndose a su alrededor, hasta que la envuelven por completo. El diseño de la estructura es realmente maravilloso. Entonces, con un último suspiro, su mente da la orden final y el aparato se activa.

La plataforma y su cuerpo se volatilizan instantáneamente, pero su ser permanece dentro de la esfera de luz, firmemente aprisionado y aislado, junto al pequeño grumo de materia exótica que había al lado de su corazón apenas un momento antes.

Ese es el precio a pagar para que los Enemigos permanezcan en la ignorancia mientras la trampa se cierra sobre ellos.

Una eternidad cautivo en la más absoluta soledad.

Con los elementos clave para su funcionamiento instalados por fin, el Reactor Inmortal inicia su perpetuo suministro de energía a las Cámaras de la Eternidad.

*

La conciencia que flota en aquel lugar secreto, a la que tanto tiempo y esfuerzo ha costado superar la tremenda lejanía que la separa de allí, se encoge de asombro, admiración y congoja ante la desmesurada magnitud del sacrificio que el Gran Anciano acaba de hacer. Vivamente impresionada, se repliega lentamente sobre sí misma y, con gran esfuerzo, regresa a su origen. Le queda un terrible viaje de retorno, en el que va a sufrir tantas pérdidas irreparables como las que le supuso llegar hasta aquí.

Pero en su etérea esencia aletea, grabado a fuego, el último mensaje del Gran Anciano.

“Recuerda.”

Sí. Recordará. Por supuesto. No olvidará ni el más mínimo detalle. El estremecedor sacrificio de ese ser extraordinario y el esfuerzo invertido en su plan maestro no serán olvidados. Nunca.

Se encargará de ello desde ese mismo instante. Y se mantendrá vigilante para garantizar que todo esté preparado en el momento crítico.




5 comentarios:

  1. noel soy tu sobrino Alex, esta historia esta curradisima, felicidades

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    1. Gracias!! Aunque haga tiempo que no publico nada, por trabajo y demás, la historia no ha quedado olvidada y seguiré creando material en cuanto pueda.

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    2. hehehe esta historia esta muy bien saludos a ti, a la Monica i la Maripaz

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  2. Y yo que, hasta ahora, no había "paseado" por aquí... Imperdonable!!!!

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    1. Muchas gracias! Evidentemente, no hay obligación de "pasearse" por aquí, jajaja. Pero se agradece (y mucho) el interés.

      Saludos

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